Campesino en
el metro
Hueles a tierra estéril,
a sueños cancelados,
a ojos acechantes tras la nube,
preciosísima nube
que se sigue de largo
ante tu sed de siglos.
Con la flauta en los labios
recorres el vagón.
Mano tendida en vano.
Pobre ropa mordida
por soles e intemperie.
Triste morral al hombro
repleto de miseria.
Angustia deambulante,
te olvidaremos en un cerrar de puertas.
Madre tierra
Pájaros risueños
Tatei Yurianaka
nuestra madre tierra
la pequeña flor
de colores tibios
y resecas manos
nos está esperando.
Habrá que decirle:
falda anochecida
sobre lomeríos
sarta de colores
verde flor de lluvia
guárdame en tu carne
Tatei Yurianaka.
Cuando cada paso
golpe sea en los huesos
cuando de tan vieja
-alta caña seca-
se doble mi espalda
y herido de luz
apague los ojos
mi huarache guía
hacia tu regazo
madre Yurianaka.
Para amortajarme
despliega tu manto
color sembradío.
Con dedos de polvo
pulirás mis huesos
madre de huicholes
madre del
wirrárika.
.
Piedras son tus ojos
subterránea tu alma.
Tatei Yurianaka
la de entraña oscura
guárdame en tu seno
como una semilla.
(Nota, Tatei Yurianaka es entre los huicholes (wirárika)
la Madre Tierra.)
Tardanza
Ventana hacia el
vacío
vidrio en que no te
encuentro
luz en que no te
veo.
Se incrusta tu
tardanza entre los nervios
lento, quedo,
constante
gotea mi
desaliento.
Quiero hallarte
encontrarte de
frente
lo mismo que a una
flecha o a un balazo.
Una leona
se agazapa en mi
sangre
te amaré a lengüetazos
y rugidos
para dormir después
en tus silencios.
No es de piedra mi
vientre
tú lo volviste dúctil
arcilla poblada de
luciérnagas
ánfora moldeada por
tus dedos
despertaste el
resorte que me impulsa
el geiser en que
estallo y me deslío.
Cuánto tardas
se destiñe el
futuro con la espera
se despinta la
tarde
el rojo de las
copas de cristal
el piano de
Beethoven.
Al olvidos huele el
aire…
Dolida soledad la
que me abraza
me abraso en mi
furor dolida y sola.
Me ha cercado el
silencio.
Resucito y me muero
me muero y
resucito.
Tres golpes en la
puerta
y estallará el
portento.
Yo por ti
me juego en un
albur siete sentidos.
Yo por ti
soy capaz de
apostar al todo o nada
mi universo.
Nayarit
Con húmedas redes
de añoranza
me aproximo a tu
olor de platanares,
en las sílabas
frescas de tu nombre
como en cántaro
bebo los recuerdos.
Soledad entrañable
en que te evoco.
La sombra de tus
riscos mis ojos atesoran
atesoran mi asombro
tus voces de relámpago
relámpago en la
lengua tu sabor a guayaba
guayaba en los
olores candentes de la tarde.
Por buscar tus
aromas
ostento los
tatuajes
de espinas y
arrayanes.
Alimentan tus lunas
mis raíces.
Vas untado a la
infancia,
te has quedado en
mis poros,
en mi llanto y
saliva.
La ausencia me
desgasta.
Juega a invocarte
el río
caliente de mi
savia.
Al caracol traslúcido
de mis sonoridades
lo recorre un
oleaje
en que estalla tu
nombre.
Nostalgia exacerbada
Bellavista
yo me llevé tu
nombre
amarrado al tic tac
de las arterias.
Lloraste en mis
palabras.
Pueblo mío,
acomodé en los ojos
tus siluetas
y escondido te
traje
latiéndome en las
sienes.
Me bauticé en tu
barro,
desgasté tus
historias
hasta volverte
mito,
conjuro,
cuento de hadas.
Me eché al hombro
urdideras,
pabilos y
batientes,
el oscuro silbato
de tu fábrica
y te llevé conmigo.
Canté rondas
al ritmo rechinante
de tus máquinas.
Tu salón de telares
fue mi patio de juegos;
tejí voces de manta
y
retornos de
mezclilla.
Platiqué con tus árboles
y me ungí en sus
olores,
tenías sabor a
mango
frescura de
arrayanes
y aliento a
pomarrosa.
Entintada en crepúsculo
fui cantando en
veredas
de moras y agualama
hasta perderme
entre tus laberintos
de enredadera y trópico.
Trastabillaste al
ritmo de mis piernas.
Tu nombre anochecía
mi corazón.
Como caído pájaro
he buscado las
rutas de tus aires.
Por tus ventanas me
asomé al pasado
y mastiqué los
nombres de mis muertos.
Nostalgia
exacerbada
enorme en el
delirio:
Bellavista.
Nota,
Bellavista, en Nayarit, es el
nombre del pueblo en que nací.
Ímpetu
ambarino
Amarillo bullicio entre las manos
amor de canto alegre y remolino
voy a dejar que sigas tu camino
que vueles, persiguiendo otros veranos.
Voy a olvidarme de lamentos vanos
para exaltar tu ímpetu ambarino,
deja mi corazón, seco y salino
busca sembrados verdes y lozanos.
Amor de alas nerviosas, no regreses
al terroso lugar en que sucumbo:
existen campos de doradas mieses.
Te ofrezco libertad, vaga sin rumbo
no sepas de prisiones ni estrecheces
ni sepas que en tu ausencia me derrumbo.
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