domingo, 24 de marzo de 2013

QUETA NAVAGÓMEZ


Campesino en el metro

Hueles a tierra estéril,
a sueños cancelados,
a ojos acechantes tras la nube,
preciosísima nube
que se sigue de largo
ante tu sed de siglos.

Con la flauta en los labios
recorres el vagón.

Mano tendida en vano.

Pobre ropa mordida
por soles e intemperie.

Triste morral al hombro
repleto de miseria.

Angustia deambulante,
te olvidaremos en un cerrar de puertas.



Madre tierra

 Pájaros risueños
 Tatei Yurianaka
 nuestra madre tierra
 la pequeña flor
                         de colores tibios
                                                    y resecas manos
 nos está esperando.

 Habrá que decirle:
 falda anochecida
 sobre lomeríos
 sarta de colores
 verde flor de lluvia
 guárdame en tu carne
 Tatei Yurianaka.

 Cuando cada paso
                               golpe sea en los huesos
 cuando de tan vieja
                                 -alta caña seca-
                                                          se doble mi espalda
 y herido de luz
                          apague los ojos
 mi huarache guía
 hacia tu regazo
 madre Yurianaka.

 Para amortajarme
 despliega tu manto
 color sembradío.

 Con dedos de polvo
 pulirás mis huesos
 madre de huicholes
                                 madre del wirrárika.
.
 Piedras son tus ojos
                                   subterránea tu alma.

 Tatei Yurianaka
 la de entraña oscura
 guárdame en tu seno
 como una semilla.
(Nota, Tatei Yurianaka es entre los huicholes (wirárika) la Madre Tierra.)



Tardanza

Ventana hacia el vacío
vidrio en que no te encuentro
luz en que no te veo.

Se incrusta tu tardanza entre los nervios
lento, quedo, constante
gotea mi desaliento.

Quiero hallarte
encontrarte de frente
lo mismo que a una flecha o a un balazo.

Una leona
se agazapa en mi sangre
te amaré a lengüetazos y rugidos
para dormir después en tus silencios.

No es de piedra mi vientre
tú lo volviste dúctil
arcilla poblada de luciérnagas
ánfora moldeada por tus dedos
despertaste el resorte que me impulsa
el geiser en que estallo y me deslío.

Cuánto tardas
se destiñe el futuro con la espera
se despinta la tarde
el rojo de las copas de cristal
el piano de Beethoven.

Al olvidos huele el aire…

Dolida soledad la que me abraza
me abraso en mi furor dolida y sola.

Me ha cercado el silencio.

Resucito y me muero
me muero y resucito.
Tres golpes en la puerta
y estallará el portento.

Yo por ti
me juego en un albur siete sentidos.
Yo por ti
soy capaz de apostar al todo o nada
mi universo.    



Nayarit

Con húmedas redes de añoranza
me aproximo a tu olor de platanares,
en las sílabas frescas de tu nombre
como en cántaro bebo los recuerdos.

Soledad entrañable en que te evoco.

La sombra de tus riscos mis ojos atesoran
atesoran mi asombro tus voces de relámpago
relámpago en la lengua tu sabor a guayaba
guayaba en los olores candentes de la tarde.

Por buscar tus aromas
ostento los tatuajes
de espinas y arrayanes.
Alimentan tus lunas mis raíces.
Vas untado a la infancia,
te has quedado en mis poros,
en mi llanto y saliva.

La ausencia me desgasta.

Juega a invocarte el río
caliente de mi savia.
Al caracol traslúcido
de mis sonoridades
lo recorre un oleaje
en que estalla tu nombre.


Nostalgia exacerbada

Bellavista
yo me llevé tu nombre
amarrado al tic tac de las arterias.

Lloraste en mis palabras.

Pueblo mío,
acomodé en los ojos tus siluetas
y escondido te traje
latiéndome en las sienes.

Me bauticé en tu barro,
desgasté tus historias
hasta volverte mito,
conjuro,
cuento de hadas.

Me eché al hombro urdideras,
pabilos y batientes,
el oscuro silbato de tu fábrica
y te llevé conmigo.

Canté rondas
al ritmo rechinante de tus máquinas.
Tu salón de telares fue mi patio de juegos;
tejí voces de manta y
retornos de mezclilla.

Platiqué con tus árboles
y me ungí en sus olores,
tenías sabor a mango
frescura de arrayanes
y aliento a pomarrosa.

Entintada en crepúsculo
fui cantando en veredas
de moras y agualama
hasta perderme entre tus laberintos
de enredadera y trópico.

Trastabillaste al ritmo de mis piernas.
Tu nombre anochecía mi corazón.

Como caído pájaro
he buscado las rutas de tus aires.
Por tus ventanas me asomé al pasado
y mastiqué los nombres de mis muertos.

Nostalgia exacerbada
enorme en el delirio:
Bellavista.

Nota, Bellavista, en  Nayarit, es el nombre del pueblo en que nací.



Ímpetu ambarino

Amarillo bullicio entre las manos
amor de canto alegre y remolino
voy a dejar que sigas tu camino
que vueles, persiguiendo otros veranos.

Voy a olvidarme de lamentos vanos
para exaltar tu ímpetu ambarino,
deja mi corazón, seco y salino
busca sembrados verdes y lozanos.

Amor de alas nerviosas, no regreses
al terroso lugar en que sucumbo:
existen campos de doradas mieses.

Te ofrezco libertad, vaga sin rumbo
no sepas de prisiones ni estrecheces
ni sepas que en tu ausencia me derrumbo.


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                Queta Navagómez





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