LABERINTO
I
Cuando llegues,
el laberinto te abrirá sus
puertas.
Mirarás tu reflejo muchas
veces
y ni siquiera al tocarte
podrás reconocerte.
Resplandores te harán
guiños
para que caigas de bruces
en su azogue.
El laberinto confundirá tu
corazón,
mascullará tu nombre
y no podrás interpretar
la letra del designio
que trazan tus estrellas.
Te brillarán los ojos
con una luz opaca
cuando el deseo
te muerda los talones.
Descubrirás la soledad en
los caminos,
será precipitada tu
carrera.
Cuando busques,
el laberinto te pondrá las
mieles y las uvas
entibiará con su música
tus cantos,
ungirá tus cabellos,
te llenará de pétalos la
boca.
Propondrá madrugadas
extendidas
desde tu piel hasta el
tálamo de sueños.
II
El laberinto también
desgajará tormentas
sobre la frente huesuda de
tus años.
Beberás de tus lágrimas,
envolverás tus pasos en la
duda,
caminarás a ciegas sus
pasajes.
Tu palabra tendrá gusto a
ceniza
cuando no haya nadie que
la escuche.
Tu aliento amargo será
como la espina
cuando nada presagie la
esperanza.
Mas si lo encuentras,
el laberinto te abrirá el
único arco
que te permita salir
condecorado.
Higos y campos y vino y
arcoiris,
monedas troqueladas con
oro de alegrías
rebosarán en todos tus
arcones.
Tus manos irán llenas,
tus lágrimas serán gemas
preciosas,
tu corazón un nido alas
que habrá encontrado el
vuelo.
MASTICA EL LÁPIZ LOS SEGUNDOS
Dieciséis con dieciséis, dice
el reloj.
El estruendo me espina los
suspiros
para que estén a tono con este
corazón
pisado por tacones de
recuerdos
que imprimen su memoria en el
miocardio.
Para que su función sea
recordar,
para que extienda las puntas
de mi vida,
sábana rota tendida en el
traspatio
lejos de tu jardín de las
delicias,
para que nunca olvide marcha
el tiempo.
Las mismas dieciséis, ahora
con veintiocho.
Mastica el lápiz los segundos
avanza escupiendo cada letra
se desangra el grafito por
mis dedos
y miro que esa sangre
envenenada
ha salido también de mis
arterias
y yo soy aquel árbol
ese
lápiz
mi pecho el pájaro asediado
y
tú
mi más oscura letra.
QUISO LA LUZ QUE VIERA
La vida
es el lado de afuera de la muerte.
Pessoa.
Salí como cualquier mañana
y la costumbre tuvo rostro diferente.
La luz en las aceras y las cosas
se detenía formando un áura intensa.
y la costumbre tuvo rostro diferente.
La luz en las aceras y las cosas
se detenía formando un áura intensa.
Yo miraba:
una mujer con niño en
brazos
y con hambre,
un hombre cercenado y desvalido,
una muchacha con ojeras...
un hombre cercenado y desvalido,
una muchacha con ojeras...
Se detenía la luz pese a
sus alas
y me dejaba ver también las mariposas,
las comezones de los perros,
la paz de los ancianos.
y me dejaba ver también las mariposas,
las comezones de los perros,
la paz de los ancianos.
Quiso la luz que viera más
allá
y entonces vi la cara
de cada gente buena,
sus invisibles vuelos,
y entonces vi la cara
de cada gente buena,
sus invisibles vuelos,
sus corazones generosos.
Ví que los niños sonreían
y caminé mirando
temiendo que cambiara.
y caminé mirando
temiendo que cambiara.
Luego se fue esa luz, no
hubo más hadas.
Opacos retornaron los colores
y cada cosa volvió hacia su costumbre.
Opacos retornaron los colores
y cada cosa volvió hacia su costumbre.
SUBE LA NOCHE Y CANTA
para
Ruggiero Businari
Subía la noche en las montañas y en los corazones.
Alguien cantó, alguien cantaba con la voz de todos.
Llegó el hermano viento a dispersar
el murmullo ahumado de la salvia entre los corazones,
algunos que brillaban.
Los cantos ancestrales nos cubrieron,
nos hermanaron con los puntos cardinales
y nos volvimos pieles de culebra por instantes,
en el momento mágico del fuego.
Seguía la noche y las estrellas sonrieron a los duendes,
esos que están en ambos lados, en las orillas de la vida.
Se hizo presente otro soplo
que propagó el aliento del caracol profundo.
Mi corazón se hizo árbol que chorrea por las raíces,
se hizo luciérnaga que escucha música.
Mi espíritu se unió a la noche
mientras la voz cantaba con un coro dulcísimo
de flautas de colibrí, tambores y latidos.
Siguió la noche cuesta arriba,
como la gran abuela de aliento firme y desdentado
que canta a Cuchumá...
Rodó la noche por el cerro, por los ríos y los ojos de los animales,
reverberó en danza interminable,
se adentró en las cuevas a sembrar su sombra,
y yo guardé jirones diminutos en mis manos.
Cierro los puños para encerrar mi noche
y revivirla con su inmensa pupila
cuando mis ojos ya no puedan verla.
NO A LA VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES
Rutinas
Decir “ahorita
vengo”
salir, tomar el
Metro,
embarrarnos el
vidrio del vagón,
beber el
viajero desaliento,
parar la
cachondez clandestina a pisotones,
intentar la
rayita en el párpado.
Como decir “nos
vemos”,
cambiarnos a
zapatos de tacón,
usar perfume y
crema para manos
aunque las
medias sean corrientes
y en casa no
paguemos
el recibo de la
luz.
Como escapar un
poco
de diez horas
de tedio en las espaldas
el descarado
coqueteo del empleador,
las deudas que
nos dejan deslavadas
como un bolillo
crudo,
el forro de la
bolsa es una ruina,
el rímel ya
está seco
“ahorita vengo”
voy a buscar un
fajo de esperanzas
para pagar en
efectivo cada sueño
voy a indagar
en dónde hay príncipes
que no se vuelvan
sapos,
en dónde hay
hospitales que no cobren,
en cuál camino
se han abolido ya las piedras
para que no se
ajusten cuentas lapidarias.
Cómo decir “nos
vemos”
si no tenemos
cara
ni tenemos
tiempo,
si la tarde
emponzoña cada hora
con el
doméstico esfuerzo
de seguir
trabajo en casa,
hacer tarea de
cosas que no nos enseñaron
ni entendemos
mientras
adentro
“ahorita vengo”
salir a caminar
como por nubes,
comernos un
bombón,
pensar un beso,
echarnos el
recuento de los años
hasta sentir la
piel intacta y joven
fresco el sueño
alta
bien alta la
esperanza,
cómo decir “nos
vemos”
cuando miramos
que ya no tienen vuelta
las diez horas
y el metro y las tareas,
cuando los
niños son los hijos
y nosotras
perdimos nuestra infancia,
aquella patria.
Pero decir
“ahorita vengo”
es lanzar la
revancha en nuestra vida,
amenazar con
cambiar las zapatillas,
dejar la ropa
sucia que se pudra
ponernos un
barniz azul sobre las uñas
y raparnos,
dejar caer el
velo que arrastramos,
mirarnos a la
luz de algún deseo,
tomar al hombre
que venga a nuestro antojo
fumar un
cigarrillo,
dar la vuelta
y seguir
diciendo para siempre
“ahorita
vengo”.
© Liz Durand Goytia
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http://integrantesdelaredplanetaria.blogspot.mx/search/label/Liz%20Durand%20Goytia
Gracias por compartir mi obra en esta página, saludos!
ResponderEliminarLiz, como siempre es un placer leerte, escuchar tu voz poética que reflexiona y siente. Tu poema "Ahorita vengo" hace eco en una realidad que muchas conocemos, y de tu poema "Mastica el lapiz lo segundos",guardo los últimos versos: "Yo soy aquel arbol/ ese lápiz/ mi pecho el pájaro asediado/ y tú/ mi más oscura letra. " Un abrazo poético.
ResponderEliminarCarmen Amato
Gracias por compartir tu poesía con quienes estamos a veces un poco atorados en un "nos vemos" que no aplica.
ResponderEliminarHe salido un rato de la oficina (sin salir de manera real para mi desfortuna) para leer un poco de poesía que es una verdad más real y profunda que la que marca el reloj que me dice que aún no termina mi horario de trabajo... que absurdo, ¿no?
Gracias por tu poesía Liz.
De pronto, espero que sólo por instantes y no de tiempo completo, somos personas de "nos vemos" que no aplican.
ResponderEliminarHe salido un rato de la oficina (por desgracia no físicamente) para leer un poco de poesía, la cual es más real que el reloj que me dice que mi hora de trabajo aún no termina ... qué absurdo, ¿no?
Gracias, Liz, por tu poesía y por regresarme un rato a lo que es de verdad importante...
Un saludo
Carla de Pedro